Siempre me ha sorprendido que haya adultos en sus cuarentas de edad que dicen estar “enamorados”, y por supuesto, no de su esposa. Me dan ganas de decirles “¿qué acaso tienes 15 años o qué?”.
Y es que, el enamorarse es algo que hacen los niños, ¡vaya! para aclararlo, si tienes menos de 25 años, eres un niño en esta cuestión.
Freud comparaba el “enamorarse” con la hipnosis, donde aquella persona de la que estamos enamorados, toma el papel del hipnotista; sucede que lo que el hipnotista diga, que es la realidad, lo es para el hipnotizado. No se le reconoce error al hipnotista, si él dice que el número 7 no existe, el hipnotizado contará del uno al diez brincándose el 7. De igual manera, una persona no ve defecto en quien está enamorado.
El razonamiento deja de funcionar, incluso, el instinto de preservación también, y todo en nombre del “amor”. ¡Ilusos!
Ilusos como niños, pero no podemos culpar a los niños por ser ilusos, no tienen la suficiente experiencia; se necesita que cuando menos te “rompan el corazón” dos veces para “madurar” y dejar de ser un niño, sin importar la edad que tengas.
La primera vez que se nos rompe el corazón, normalmente juramos no volvernos a enamorar, pero siempre lo hacemos, y esa segunda vez que se nos rompe el corazón, nos deja por fin algo de experiencia, nos deja el poder reconocer las alertas y prevenir otro gran dolor, no siempre se logra, pero cuando menos ya podemos verlo venir. En otras palabras, nos “vacuna” contra el enamoramiento.
El niño enamorado no comprenderá la siguiente frase:
Si tu pareja se fue con otro(a), es porque no te quiere, y si no te quiere, pues es mejor que se haya ido con otro(a).
Cuando estás enamorado, lo que diga tu pareja se convierte en tu realidad, en cambio, cuando amas, si tu pareja dice una tontería, tienes la capacidad de reconocer que efectivamente dijo una tontería, pero no por eso dejas de amarla.
Cuando estás enamorado, no encuentras defecto físico en tu pareja; cuando amas, por su puesto que le ves la panza a tu pareja, pero no por eso deja de ser atractiva para ti.
Cuando estás enamorado, todo lo que tu pareja hace, lo hace bien; cuando amas, puedes ver perfectamente bien sus puntos débiles, y piensas que, precisamente, para eso estás tú, para compensarlos de alguna manera.
El niño “no puede evitar” enamorarse, en cambio el adulto DECIDE amar.
Amar a una persona es una decisión que se toma, y un niño no puede tomar esa clase de decisiones, sólo un adulto.
Enamorarse es fácil, hasta divertido podría ser, pero amar no siempre lo es, precisamente porque reconocemos a la pareja como es en realidad, vemos sus defectos, reconocemos cuando actúa mal, inclusive mal en contra de nosotros, pero con todo y eso, con todo y que a veces se haga odiar, decidimos amarla.
Un niño no ve el futuro más allá del fin de semana, un adulto sabe que el tiempo pasará y no siempre será como es hoy. Un adulto sabe que si hoy su pareja no está de humor, lo estará mañana, que si hoy, por cualquier razón, lo rechaza, mañana lo aceptará.
“Decido amarte hoy, y tomaré esa decisión todos los días, sabiendo aún que habrá días en los quisiera alejarme, porque sé que también los habrá en los que no querré dejar de besarte.”
No es lo que suceda hoy lo que motiva la decisión de amar, es la promesa del mañana.
Decidir amar a alguien es fácil algunos días, pero muy difícil algunos otros, pero, no deja de ser una decisión. El sentimiento de amar no es algo que deba salir espontáneamente de nuestro corazón, aunque a veces así es, es un sentimiento que nuestro cerebro decide tener; podemos sentirnos alegres genuinamente, o podemos también estar algo tristes, pero actuar de manera alegre y tarde o temprano, empezaremos a sentir genuinamente esa alegría.
Conozco historias de matrimonios de muchos años que terminaron porque el marido decía “ya no sentirse enamorado” de su mujer, y nuevamente me quedo con las ganas de decirles “¿qué acaso tienes 15 años o qué?”.
No es requisito, para un buen matrimonio, “estar enamorado”, es más, hasta podría perjudicar la relación. Lo que sí es requisito, es tomar, todos los días, la decisión de amar.
“Hoy no me siento enamorado de mi mujer, ya todo es rutinario”, ¡pues claro! ¿Qué esperabas? ¡Si ya no tienes 15 años! Puedes intentar salir de la rutina, o puedes disfrutar de la paz de una rutina, esas son las opciones.
Tú decides amar, y decides también de qué manera hacerlo, si haciendo juntos actividades que los saquen de la rutina, o disfrutando de la estabilidad de una rutina, o un poco de ambas de vez en cuando, pero es algo de debes de decidir.
Antes dije que NO es lo que suceda hoy lo que motiva la decisión de amar, sino la promesa del mañana, pero cuando el mañana deja de ser prometedor, entonces no hay nada que motive la decisión. El problema es que, si el mañana aún no llega, ¿cómo sabemos que no hay nada bueno en él? Pues… cuando no hay más promesa en el mañana, de alguna manera lo sabemos, sin embargo, eso es rendirse, lo cual no es necesariamente malo, existen situaciones insuperables.
El niño se rinde a la primera, el adulto lo hace únicamente cuando no le queda más fuerza.
El niño, al enamorarse, se pierde a sí mismo; el adulto al amar, se encuentra a si mismo… en la otra persona.
¿Qué decisión tomarás el día hoy?