Alma y Espíritu
Dos palabras cuya importancia la definen nuestras creencias, para el no creyente son sólo conceptos, palabras que ayudan en la expresión de las ideas, como cuando el ateo habla del “alma de la fiesta” o de personas de “espíritu rebelde”.
Para el religioso son lo más importante de la vida, pues el espíritu describe a todos los entes no corpóreos, buenos o malos, ya sean ángeles o demonios; hay quienes hablan de “espíritus de enfermedad y pecado” y los cristianos reconocen un “espíritu santo”.
¿Y qué decir del Alma? Para el creyente el alma es aquello que realmente somos y que nos fue dado por Dios en el mismo momento de nuestra concepción y que en el día de nuestra muerte abandonará a nuestro cuerpo para ser juzgada y tendrá una vida eterna en el paraíso o en el infierno dependiendo de ciertas reglas que debimos obedecer en vida.
Para la filosofía, y aquí me permitiré resumir en gran medida el concepto, al igual que en las anteriores dos descripciones, el Alma está más relacionada al pensamiento; es la fuerza o energía que mueve al hombre y a todo ser vivo y que al residir en el cuerpo muere con éste. El Espíritu hace referencia a todo aquello inmaterial, no posee una connotación divina ni religiosa, sino más bien es un concepto práctico para nombrar a todo aquello que no es material.
Voy a definir ahora ambos conceptos, pero antes haré al lector una aclaración: estas dos palabras, “alma” y “espíritu” son sólo eso, palabras, lo importante es lo que definen, pero pueden llamarle como quieran, habrá a quienes la definición que haré de espíritu les sonará mejor con la palabra “alma” y al revés, eso da igual, lo que verdaderamente importa es comprender estos dos símbolos.
La definición de Espíritu, para mí, está más relacionada a lo que la Filosofía tiene del Alma. El Espíritu es esa chispa divina, esa energía que nos mueve, es la vida misma y, por lo tanto, todo aquello que nace, se nutre, se desarrolla y eventualmente muere, tiene espíritu.
El Espíritu no es la mente, no es la consciencia, es simplemente la energía vital, es esa electricidad, esa química con propósito que mantiene funcionando a los seres vivos.
Y dado que la energía no se crea ni se destruye, pues así la vida se transforma al morir, el espíritu deja el cuerpo y se vuelve algo más.
En Eclesiastés 12, Versículo 1 leemos:
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;”
Más adelante, en el Versículo 7 dice:
“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.”
Nos hace recordar el libro del Génesis, cuando Dios, o como algunos lo llaman “el Gran Espíritu”, sopló al hombre en su nariz “aliento de vida” y fue así un ser viviente.
El Espíritu lo tenemos desde el momento de nuestra concepción y hasta que lo regresamos a Dios, pero no es el Espíritu nuestra mente, no son nuestros sentimientos ni nuestras ideas, no somos nosotros nuestro Espíritu, no vivimos más allá de nuestro Espíritu, somos mientras el Espíritu ES.
El molino gira con el viento, pero el viento no es el movimiento, y sin el movimiento el molino no tiene razón de ser; el molino necesita del viento para moverse, sin él, no muele y si no muele, no cumple su función, el molino que no muele, está “muerto”, el molino “vivo” es aquel que muele.
¿Qué quedará del hombre cuando su Espíritu deje a su cuerpo? El Alma.
Pero el Alma no es el pensamiento del hombre, el Alma no son sus ideas ni sentimientos. Eso es la Mente. El hombre al crecer desarrolla su mente, aprende, construye ideas, genera sentimientos; ama y sufre todo en su mente. Todos tenemos mente, los animales tienen mente, inclusive los insectos como las hormigas, cuya mente pareciera ser compartida por su colonia.
El hombre, desde que su cerebro y sus sentidos son desarrollados en el vientre materno, tiene mente, la mente reside en su cerebro y ésta deja de ser cuando el cerebro deja de funcionar.
Pero el Alma no es la Mente, y si el Alma no es la Mente y no es el Espíritu, ¿qué es?
El Espíritu da vida al cuerpo y el cuerpo da existencia a la mente, todos nacemos del Espíritu con una mente en formación. Tener Mente es tener Espíritu, pero no necesariamente es tener Alma.
El ser humano nace SIN Alma y puede, inclusive, llegar a morir sin ella.
El Alma se construye, se crea con nuestras acciones, con nuestras buenas acciones. No es algo inherente del ser humano poseer un Alma, no es un regalo de Dios, es un regalo PARA Dios. Aquellos que conocen a Dios más allá de las religiones entenderán perfectamente bien esto.
El Alma es lo eterno del hombre que continúa cuando su espíritu y su mente no están ya con él.
He dicho que el Espíritu nos da vida, por lo tanto, está en todo nuestro cuerpo, en cada una de las células que lo conforman, y la Mente que nos da conciencia reside en nuestro cerebro, pues bien, nuestra Alma no está en nuestro cuerpo, no está en nuestra mente, no está en nosotros como sea que lo entendamos, por eso puede ser inmortal, por eso nuestra Alma continúa cuando nosotros no. Nuestra Alma se encuentra FUERA de nosotros, se encuentra en todo lo que tocamos, en todo aquello que afectamos, sea materia viva o inerte.
Por eso hay que procurar que todos nuestros actos sean impecables, basados en el amor; en cada acción que hagamos, sea grande o pequeña, depositemos nuestra alma en ella.
Es tarea nuestra hacernos de un Alma buena, de un Alma grande, de un Alma con Fuerza, Belleza y Candor. Al final de nuestra vida, si tenemos una buena Alma, nos será fácil abandonar nuestra mente y nuestro espíritu, porque nuestra Alma continuará presente, se verá en las buenas acciones que hicimos; la felicidad que dimos a otros será expresión de su continua existencia.
Tu mente se apagará cuando tu espíritu haya abandonado a tu cuerpo, deja el Alma en quienes amas y también en quienes no, deja tu alma en todo cuanto hagas, de esta manera, aunque tu espíritu te abandone y tu mente esté apagada, tu alma habrá alcanzado su inmortalidad.