¿Qué nos diferencia de los animales?
Podríamos decir que la “conciencia” en contraparte del instinto, entendiendo ésta como la capacidad de reconocer el bien y el mal y actuar en consecuencia. Los humanos tenemos Conciencia y los animales no, pero ¡tampoco es que la necesiten!, como individuos y como especie, pueden ser prósperos sin ella, ya que en el mundo animal no existe el bien y el mal, las cosas simplemente SON… y, sin embargo, hay casos en los que podríamos interpretar que un animal actúa siguiendo la “voz de su conciencia”, o ¿será sólo nuestra interpretación?
Cómo podríamos interpretar que un perro entre a la casa envuelta en fuego de su amo para buscarlo, ¿lo hace por instinto?, pero ¿qué acaso no es más imperioso el instinto de conservación?
Si un animal actuara siempre obedeciendo a su “conciencia”, diríamos que simplemente sigue su “instinto”, pero cuando vemos que “desobedece” su instinto, nos obliga a reflexionar en otro concepto: el libre albedrio.
Todo mundo sabe que los animales NO tienen libre albedrio, pero ¿de dónde salió esa afirmación?, muy probablemente la mayoría de la gente la sacó de la Biblia, porque fue lo que obtuvieron Adán y Eva al comer del fruto del árbol del “bien y del mal”, pero como muchas de las afirmaciones de ese “sagrado” libro, esta está para pensarse a ver si será cierta. Probablemente no.
Y es que basta con observar a los gatos, a esos animalitos les vale un reverendo cacahuate el mundo, hacen lo que les place, no parecen guiarse mucho por el instinto, y como ese ejemplo podríamos encontrar otros donde el instinto juega un papel tan importante en los animales como lo hace con los humanos, pero ¡claro! nuestra arrogancia nos obliga a negarnos como “animales basados en instinto” y nos hace creer que tenemos un “alma” superior con libre albedrío que ha dejado atrás el control del instinto. Deseamos ser diferentes al resto de las criaturas de la creación, pero ¿es eso realmente lo que nos diferencia?
Hasta este momento no he dejado aún nada en claro, he dicho que los seres humanos tenemos conciencia y libre albedrío, pero he mencionado también que algunos animales parecieran tener esas facultades, ¿cómo saberlo?
Anthony de Mello contaba:
Paseando junto al río, vio el Maestro saltar a los peces, y señalando los brincos les dijo a sus discípulos “así es como los peces se divierten”, un pescador que estaba a la orilla lo escuchó y le preguntó con tono burlón “¿y cómo sabes eso, si tú no eres un pez?”, los discípulos se enfurecieron por el desafío a su Maestro, pero inmediatamente soltaron una carcajada cuando escucharon responder al Maestro “¿y cómo sabes que no soy un pez, si tú no eres yo?”.
Para que exista la Conciencia es necesario haber comido del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, es decir, tener la facultad de etiquetar ciertos hechos como buenos y otros como malos, y eso, no lo hacen los animales… y como dije al principio “no necesitan hacerlo”; el perro busca a su amo en un incendio a consta de arriesgar su vida porque sigue su instinto social, lo cual asegura la supervivencia de la manada que es más importante que su vida individual.
Los animales NO tienen Conciencia, no la necesitan ya que en su Universo no existe el bien ni el mal, pero sí tienen libre albedrío. El libre albedrío existe como consecuencia de no etiquetar el bien y el mal. Dice un proverbio oriental: Cuando el arquero dispara libremente, tiene con él toda su habilidad. Cuando dispara esperando tener la hebilla de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar la medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos.
Somos libres cuando dejamos de actuar en consecuencia a las etiquetas y dogmas que nosotros mismos creamos. Los Maestros Iluminados actúan de esa manera, son verdaderamente Hombres Libres, libres de dogmas y etiquetas… y no por eso dejan de ser humanos, así que NO, el libre albedrío, ya sea que lo tengamos o no, no es lo que nos distingue como humanos.
El Ser Humano TIENE Conciencia y la desarrolla después de perder su voluntad ante la realidad. Mientras todo tiene, nada le importa, porque sólo él existe, cuando carece de algo, reconoce la existencia de otros, otros que tienen lo que él desea. Esto ocurre a muy temprana edad, cuando aún no tenemos, inclusive, el control de esfínteres.
Y luego la “seguimos cagando”, y es cuando el reconocimiento de la necesidad que tenemos de los demás nos hace reconocer nuestra mala conducta y buscar compensar el mal que hemos hecho a otros… por nuestro propio bien.
Esa necesidad de accionar nuestra voluntad hacia lo que interpretamos como “bien”, es lo que llamamos conciencia.
¿Pero cuál es la fuente de la conciencia?, ¿por qué los animales no la tienen?, ¿qué es lo que tenemos nosotros que los animales no tienen? La respuesta no es “inteligencia”, porque la inteligencia se define como la capacidad de resolver problemas y los animales la tienen, ellos han resuelto su problema de vivir, alimentarse, crecer y evolucionar como especie; estoy de acuerdo en que no pueden resolver un problema de álgebra, pero tampoco es que lo necesiten, y desde ese punto de vista, ¿quién es más inteligente?, quien resuelve problemas o quien en un principio NO SE LOS CREA.
No, lo que nos diferencia en verdad de los animales, es la infinita capacidad del ser humano de ser estúpido.
Los animales, bajo instinto si ustedes gustan, son inteligentes, es el ser humano el único que se tropieza dos veces con la misma piedra y el único que se complica la existencia con conceptos dogmáticos. Sí, el ser humano ha viajado a la luna, y eso ¿qué tanto ha contribuido a la felicidad? ¿Somos por eso más felices que los simios? La inteligencia sirve a la conciencia y ésta a la felicidad, ergo, la inteligencia debería servir a la felicidad.
En fin, nuestra conciencia surge de esa facultad innata para cometer errores. Y es por esos errores que tuvimos que desarrollar nuestra superior inteligencia, para reconocerlos y corregirlos, ¿o fue la inteligencia lo que nos capacitó para cometer errores? Somos inteligentes para crearnos problemas, pero no lo suficiente para resolverlos… o mejor aún, para no creárnoslos.
Hace años, el pan de caja era hecho con el grano entero, cuando se desarrolló la tecnología para refinar la harina quitándole el salvado, se creó el pan blanco, más delicioso y atractivo a la vista, pero sin los nutrientes del viejo pan, entonces, para solucionar el problema de la desnutrición se le adicionaron vitaminas y minerales y la mercadotecnia se encargó de venderlo como un producto superior. Si tan solo se hubiera dejado igual…
Si no tuviéramos la facultad de ser estúpidos, no necesitaríamos nuestra superior inteligencia para ponerle remedio a nuestras idioteces, y nuestra conciencia nos permitiría vivir muy tranquilos, sin necesidad de usar la razón para distinguir el bien del mal porque simplemente el bien y el mal no existirían como tales.
Pero ya que hemos nacido estúpidos, o, mejor dicho, humanos, necesitamos de una inteligencia superior para formarnos una buena conciencia que nos sepa interpretar correctamente lo que es bueno de verdad.
Nuestra conciencia, debe de ser en verdad un MAESTRO en Naturaleza Humana… y lo primero que debemos reconocer y aprender, es nuestra propia estupidez.
Uno de mis cuentos favoritos de Anthony de Mello dice que:
Un gurú prometió a un discípulo que había de revelarle algo mucho más importante que todo cuanto contienen las escrituras.
Cuando el discípulo, tremendamente impaciente, le pidió que cumpliera su promesa, el gurú le dijo: “Sal bajo la lluvia y quédate con los brazos y la cabeza alzados hacia el cielo. Eso te proporcionará tu primera revelación”.
Al día siguiente, el discípulo acudió a informarle: “Seguí tu consejo y me calé hasta los huesos… y me sentí como un perfecto imbécil”.
“Bueno”, dijo el gurú, “para ser el primer día, es toda una revelación, ¿no crees?”.
Así que, cuando cometas una estupidez, no te sientas tan mal… simplemente estás siendo humano.
Y sí, antes de que me lo digan lo diré yo, por todo esto que he escrito, probablemente piensen que sea yo la persona más humana que conocen.