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Los Psicólogos y las Malas Palabras

Los buenos psicólogos que conozco hacen un uso exquisito de las malas palabras, de hecho me sorprende lo bien que se expresan con tan mal lenguaje.

Se "desfigura" el lenguaje con las palabrotas como se desfigura un rostro al decirlas, pero luego se siente la cara ¡tan relajada!... igual que el alma.En la película "Heredarás el Viento", Henry Drummond dijo:

"Yo no maldigo por el simple placer de hacerlo. El lenguaje es un medio bastante pobre para la comunicación. Creo que deberíamos de usar todas las palabras que tenemos. Además, hay muy pocas malditas palabras que todos comprenden."

En terapia hacemos uso de la palabra como principal medio de comunicación y por eso mismo es sumamente importante comprender y hacernos comprender, sin embargo por "decencia y educación" no usamos malas palabras... a menos que sea para repetir algo que el cliente haya dicho.

Sucede a veces que el cliente, hombre o mujer, dice una mala palabra y luego se disculpa, debe hacérsele saber que puede hacer uso del lenguaje que quiera y repetir exactamente lo que dijo es una buena manera de hacerlo.

Sin embargo, fuera de terapia y en una conversación común y corriente entre psicólogos es común escuchar un lenguaje corriente.

No se dejan palabas sin decir, no se insinúa nada, todo se dice y se aclara.

Le dijo un niño a su mamá cuando ésta lo castigó: "¡hija de puta!", la mamá le sorrajó una bofetada en la boca como reprimenda, a lo que el niño sobándose le dijo arrepentido "perdóname mamá... el hijo de puta soy yo".

Polo Polo, un reconocido comediante mexicano dijo en una entrevista que cuando él dice en su show "¡chinga tu madre!" siente una relajación estupenda, un desahogo del alma, es su maldición favorita.

Además hay experimentos que confirman la utilidad de decir palabrotas. En un estudio se les ponía a varias personas la mano en un contenedor con agua caliente y se aumentaba la temperatura hasta que ya no aguantaban y la sacaban. A un grupo de esas personas se les pidió que mientras tuvieran la mano en el agua caliente dijeran todas las maldiciones que quisieran. En promedio el grupo de personas que dijeron malas palabras aguantaron más tiempo el dolor.

Así que se concluye que decir palabrotas ayuda a mitigar el dolor... ¡ah!, pero tenían que ser palabrotas, el experimento no resultó igual si gritaban cualquier otra palabra.

Las malas palabras expresan una complejidad de sentimientos que de otra manera sería difícil de comunicar, además, como ya se dijo antes, son de las pocas palabras que todo el mundo entiende.

¿Qué sería de este mundo sin palabrotas? Pues la verdad eso no podría pasar, si no existieran las malas palabras que existen hoy, serían otras, pero siempre habrá maldiciones.

En la Biblia se lee que Dios creó al mundo usando la palabra, "Dios dijo: hágase la luz; y la luz se hizo", pero pasó que en un partido de futbol Pepito cada vez que fallaba un tiro a gol decía "¡a la mierda, le fallé!", el árbitro lo reprendía diciéndole "Pepito, no digas eso porque Dios te va a mandar un rayo", a la siguiente vez que Pepito falló un tiro a gol dijo nuevamente "¡a la mierda, le fallé!", entonces sucedió que el cielo se obscureció, el viento empezó a correr y el aire se electrizó, entonces un rayó con gran furia cayó sobre el árbitro, inmediatamente una gran voz se escuchó en los cielos que decía "¡a la mierda, le fallé!".

Las malas palabras pueden ser graciosas por sí solas... no deberían, pero así sucede. Muchas veces un mal comediante para darle fuerza al mal chiste mal contado lo termina con una maldición y así obtiene las risas que de otra manera no tendría.

En terapia se esperaría que un cliente que siente libertad y confianza para hablar haga uso de las malas palabras, el lenguaje es más espontáneo así y eso se aprecia en la terapia, sin embargo si hace un uso excesivo de malas palabras entonces, depende la teoría psicológica, se le podría clasificar como que tiene "coprolalia", es decir, mucha mierda en la boca al hablar.

¿Pero cuál es el verdadero criterio para clasificar a alguien como coprolálico?, pues como en muchas cosas, si el cliente maldice más que su psicólogo entonces sí es coprolálico. En mi caso creo que jamás podría clasificar a alguien así.

Aunque en realidad esto se refiere a hacer uso del lenguaje soez en un contexto en el que no es adecuado, por ejemplo si te presentan a la Reina de Inglaterra y tú le dices "¡Mucho pinche gusto, su majestad!", ahí no queda.

Las malas palabras llevan cierta agresión implícita, en parte por eso no se usan tan comúnmente aún en contextos adecuados, sin embargo ¡son tan hermosas por ser tan liberadoras!, la presión que alguien siente podría salir con las maldiciones, de a poco y no toda de una sola vez que sería peor, pero hay gente muy delicada que no soporta escucharlas.

Llegó un cliente a un banco y le dijo al cajero "págame este cheque de $5mil pesos PENDEJO", el cajero se fue muy ofendido con el gerente y le dijo:

- Aquél cliente me dijo "págame este cheque de $5mil pesos pendejo, me dijo pendejo"

- ¿Y cuánto tiene de saldo en su cuenta ese cliente? – preguntó el gerente.

- Pues tiene 50 millones – contestó el cajero.

- ¡Pues págaselos PENDEJO! – le replicó el gerente.

A nadie le gusta que le digan así, ¿pero cuántas veces nos lo hemos merecido? Yo ya perdí la cuenta, pero como dice el chiste:

Le decía un marido oprimido a su mujer "Oye, por favor no me digas PENDEJO delante de la gente, basta con que me hagas un seña y ya yo entenderé".

Hay que usar el lenguaje en su totalidad y más las palabras que tienen esta función de mitigar el dolor y aliviar al alma, pero claro, en un contexto adecuado, no hay que ser pendejos.