¿Somos Dioses? Cuarta Conclusión
Se me ocurrió recientemente que hay algo más que nos indica que tenemos la presencia de Dios en cada uno de nosotros.
Tengo tiempo de salir a trotar antes de que amanezca a un parque que está cerca de mi casa, lo hago por salud, sin embargo un día quise esforzarme de más y termine muy cansado, tanto que al día siguiente con la excusa de que me había desvelado un poco y hacía mucho frío decidí no salir y lo mismo ocurrió al día siguiente y así durante el resto de la semana, fue una semana muy fría.
A la semana siguiente vencí a la maldita flojera y me levanté temprano al parque, cuando estaba a mitad de ejercicio empezó a amanecer y vi en el cielo un hermoso color índigo, es algo así como azul con morado, y pensé “debo de seguir haciendo mi ejercicio, el cielo me está alentando mostrándome una bella imagen con mi color favorito”.
Y ese es el asunto, toda persona que haya estado despierta a esa hora y haya mirado hacia arriba vio el mismo cielo que yo, pero lo más seguro es que yo haya sido el único que lo interpretó de esa manera.
Esto quiere decir que las señales de Dios están en nuestro interior, no en el exterior.
Una vez un joven perdió su celular y como era una persona normal sintió que se le vino el mundo encima “ayúdame Dios mío a encontrar mi celular” - suplicó con fervor – “si haces que lo encuentre te juro que te rezaré 5 rosarios cada domingo durante 5 meses” y dicho eso se hincó para persignarse y al hacerlo vio desde ese ángulo más bajo que su celular estaba debajo del mueble de la televisión “gracias Dios, pero ya no hace falta, ya lo encontré, ahí para la próxima” – dijo despreocupado.
Dios se expresa siempre y en todo, pero en nosotros está el reconocerlo.
¿Cómo podemos reconocer una expresión de Dios e interpretarla de forma correcta?
¿Cuántas veces nos hemos resistido a la tentación para terminar “pecando deliciosamente” diciendo “hágase Señor tu voluntad”?
Dicen los creyentes fanáticos que cuando te sientes tentado es el “maligno”, el “enemigo”, el “diablo” mismo el que nos tienta, como si el Diablo tuviera la capacidad de Dios de la omnipresencia… o quizá la tiene.
Dios y Diablo al fin son las dos caras de una misma moneda, son ambos extremos de un termómetro donde no necesariamente el punto medio es lo ideal.
La bondad absoluta es tiranía, por eso lo ideal es tener un pie sobre el blanco y el otro sobre el negro y así en equilibrio decidir sobre nuestro siguiente paso respondiendo a la circunstancia actual.
Las decisiones importantes las tomamos inmediatamente de manera inconsciente, hay quienes dicen que inclusive hasta las decisiones que no son importantes vienen de lo profundo de nuestra mente. Cuando he pensado en esta idea concluyo que es cierta ¿o quizá lo concluí desde antes de pensarla?
Dios, y esto es algo en lo que casi todos estamos de acuerdo, habita en nuestro interior, y en nuestro interior más interno, en otras palabras, en nuestro inconsciente.
Todos los días nos ocurre algo distinto, algo interesante, algo que se puede convertir en una buena anécdota. Eso que nos ocurre podemos interpretarlo como una señal de Dios, como un mensaje personal que nos comunica algo a nosotros y solo a nosotros.
El cielo color índigo que observé fue para mí una sonrisa que me animó a continuar con mi ejercicio, para otra persona pudo haber sido cualquier otra cosa.
Para ver las señales de Dios primero debes de querer ver las señales de Dios, lo cual es trampa, porque entonces significa que veré lo que quiero ver y eso es exactamente de lo que estoy hablando.
Las señales de Dios son mensajes de nosotros para nosotros, son maneras de conocerse uno mismo, son herramientas de auto escucha, son espejos que nos muestran lo que realmente deseamos.
Obsérvate a ti mismo y a tus deseos a través de las señales de Dios, ¿qué mensajes reconoces? Si no son mensajes que te incitan al bien, que te invitan a mejorar, entonces tienes todavía que trabajar en dominar a ese “maligno”, y digo dominar porque al final ese “enemigo” nos da equilibro y podemos hasta llamarlo “querido amigo el Diablo”, ya que gracias a tenerlo cerca y controlado podemos reconocer el mal y el bien.
Somos Dioses, porque tenemos a la Divinidad en nuestro interior, pero en su dualidad completa que es el Diablo, ambos se expresan a través de nuestras interpretaciones. Procura observar el bien en todo porque en todo hay bien, dice un dicho que hasta la mujer más fea tiene algo bonito, como una prima lejana cuando menos.
Y en resumen esta es mi Cuarta Conclusión: somos Dioses porque las Señales de Dios no vienen de otra parte más que de nuestro Interior.