No te Ofendas
Es más conveniente que fácil.
Tomar los insultos directos o indirectos y ofenderse parece algo natural pero en realidad no lo es, es algo totalmente artificial y por lo tanto algo sin lo que podemos vivir perfectamente bien, es más, viviríamos mejor.
Los cuentos sirven muchas veces para explicar una realidad, yo prefiero los chistes, que son cuentos pero con un final gracioso, y aquí va uno:
Estando en el estadio de fútbol, un señor escucha que en algún lugar de las gradas detrás de él gritan ¡Pancho pendejo! (pendejo es un insulto aquí en México), él se levanta y voltea hacia atrás pero no identifica a quién gritó. Al cabo de un par de minutos vuelve a escuchar ¡Pancho pendejo!, nuevamente voltea pero no ve a quién gritó, pasan otros dos minutos y se escucha de nuevo ¡Pancho pendejo!, el señor ya muy molesto se levanta, voltea y grita a la multitud ¡yo ni me llamo Pancho!
¡¿Entonces por qué volteaba?!
En realidad esta misma pregunta se puede hacer con cada insulto que escuchamos, inclusive si nosotros SÍ nos llamáramos Pancho, ¿para qué escuchar un insulto?, aun cuando es dirigido hacia nosotros lo más probable es que no lo sea. Voy a explicar esto.
Casi siempre, cuando una persona insulta a otra el insulto es realmente para sí misma, ¡pero claro!, como no lo quiere para sí, se lo avienta a alguien más.
Los perros heridos siempre muerden, las personas lastimadas siempre insultan.
Escucha con atención cuando alguien insulta y analiza si el insulto no le queda mejor a quién lo hace que a quién se dirige. Casi siempre así es.
Por esa misma razón no hay que insultar a nadie, porque estaríamos delatándonos.
El insulto se aprende, ¿y cuándo lo aprendemos?, generalmente cuando nos lo hacen. Como nos insultaron insultamos. Nuevamente, no insultes porque te delatas.
Ahora, si el insulto es indirecto hay una técnica que aprendí de un libro que ahora no recuerdo el título, pero dice que si alguien te insulta indirectamente debes de confrontarlo, de decirle “¿qué quieres decir con eso?”, normalmente la persona dirá “nada”, o dirá cualquier otra cosa echándose para atrás en su comentario y quedando como un cobarde. Tú ganas.
Si el insulto es directo y con razón, es decir, nos dicen idiotas y en realdad lo fuimos, lo mejor es acercarse a la persona, por supuesto, sin estar ofendidos ni molestos, y decirle “tienes razón, hice una idiotez, ¿cómo crees que debí haber actuado?”, con esto en primer lugar nos quitamos la etiqueta de idiotas, porque no somos nosotros los idiotas, fue lo que hicimos lo que fue idiota, además la persona seguramente con todo gusto explicará cómo debimos actuar y si uno actúa normal, sin ofenderse y lo escucha atentamente y hasta le agradece por su consejo, entonces esa persona empezará a sentirse mal por haber insultado a una persona tan racional, tan centrada, tan “diferente a un idiota”. Lo más seguro es que te pida una disculpa y si no lo hace activamente verás que te mira con una mezcla de asombro y quizá admiración.
Si el insulto es directo pero no justificado, o sea que no actuamos mal pero aun así nos insultan, podemos simplemente no tomar el insulto, casi como si se ignorara. Se reconoce que se nos dijo un insulto, pero respondemos con algo como “¿me dices a mí?, es que no tiene sentido lo que dices. Mira, piensa de nuevo las cosas y si sigues viendo algo malo me lo vuelves a decir, pero sin insultos, porque así nada más te desprestigias”. Acomoda las palabras a tu estilo, pero la idea es reconocer el insulto pero rechazarlo, igual que reconoces pero no le haces caso al niño que te saca la lengua para “insultarte”, después de todo es un niño y ¡qué va a saber él! Entre un niño que saca la lengua y un adulto que insulta sin razón no hay diferencia.
Si el lector se fija acabo de abrir, con la última línea, la posibilidad de insultos con razón. Habrá quien diga “nunca se justifica insultar” o “no hay razón en insultar”. Pero… si no la hay ¿entonces por qué hay tantas palabras insultantes tan bonitas?
El insulto muchas veces te delata, pero también te libera, es decir, saca algo de presión. Para eso sirve insultar, pero hay que procurar no hacerlo, cuando menos no en voz alta.
En fin, el asunto aquí no es el insulto, sino la ofensa que puede provocar y que es mejor rechazar.
Cuando alguien te insulte, sea lo que sea, mantente en control, no te alteres, reacciona sólo ante lo que dijeron ignorando el insulto. Quien pierde el control pierde la discusión y rechazar un insulto hace que la otra persona pierda el control más fácilmente.
Hago una aclaración, esto no aplica a los matrimonios, hacer perder una discusión a la pareja no trae nada bueno… es más, en el matrimonio no se trata de ganar o perder, sino de conocerse mejor, pero fuera de eso, ¡destruye a quien te insulte rechazando ofenderte y haciéndolo perder el control!