Insultar Enojado
Muchas personas creen que cuando uno está enojado es “válido” insultar, porque al fin y al cabo todo lo que se diga no tiene validez porque se dijo mientras uno estaba enojado. No hay nada más equivocado.
Jesucristo dijo (lo escribo de memoria, quizá no sea exactamente igual): No hace impuro al hombre lo que entra a su boca, sino lo que sale de ella, porque eso viene del corazón.
Lo único válido que puede hacerse cuando se está enojado es gritar, algún escape debe de tener el enojo y gritar, entre todo lo que puede hacerse (insultar, golpear, etc.) es lo más óptimo. Habrá quien diga que no, pero tragarse un enojo no hace ningún bien, lo mejor es sacarlo, claro, gritar no es la mejor forma, pero sí es la que está más a la mano y la menos “dañina”.
Cuando alguien insulta estando enojado podemos estar seguros de que lo que diga será exactamente lo que siente, como dijo Jesús, viene de su corazón, no de su cerebro.
Al estar enojados dejamos de razonar y actuamos más guiados por el corazón que por la cabeza, el corazón siente, no piensa, por lo tanto, todo lo que decimos estando enojados no es pensado, es sentido y siendo así no es más que la puritita verdad. El cerebro puede mentir, el corazón no.
“Lo siento mucho, no quise decir eso”, se dice después de insultar enojado y esa disculpa es cierta, no se quiso decir lo que se dijo, pero eso no quita que sí se sienta así. Para completar la parte faltante de la disculpa podría agregarse “Lo siento mucho, no quise que supieras lo que en realidad siento hacia ti”.
Dentro de nuestro enojo debemos recordar las palabras de Jesucristo y detenernos antes de insultar. Una vez fuera el insulto no puede regresar, el daño estará hecho y si la persona a quien insultamos no comprende el porqué del insulto (como la mayoría de la gente) se ofenderá y tú quedarás “impuro”.
“Lo dije porque estaba enojado y quería hacerte daño” es una justificación común, pero con más razón se culpa, porque al estar enojados no pensamos en un modo de “dañar”, en realidad no tenemos ni el tiempo ni la capacidad para pensar, simplemente se dice lo que verdaderamente sentimos.
Cuando te enojes pon toda tu fuerza en detener los insultos, los insultos nunca han ganado una discusión, la destruyen y quedan sólo dos partes perdedoras.
No hay justificación para insultar, tampoco hay arreglo que no deje una cicatriz.
Se vale enojarse y creo yo que se vale gritar, pero no se vale insultar.
En resúmen: no insultes, no insultes y no insultes.