El Grillete y Cadena del Matrimonio
Dice el dicho “los que están fuera quieren entrar y los que están dentro quieren salir”.
El matrimonio no es fácil, pero puede ser muy divertido, con un poco de humor cualquier situación en la que se fuerza algo se convierte en una comedia.
El estar casado significa que uno está amarrado a alguien, encadenado para ser más exactos, tenemos un grillete al cuello y de él pende una cadena que parece limitarnos nuestra libertad.
Ya no podemos hacer lo que queramos, porque el bienestar de otra persona depende de nosotros, nuestra vida ya no es sólo nuestra, acordamos compartirla con nuestra pareja.
Compartimos los momentos tristes, pero sobre todo debemos compartir los momentos alegres, de hecho estamos comprometidos a procurar que sean más los momentos felices.
La cadena de nuestro grillete al cuello puede volverse muy pesada o muy ligera, depende de cómo llevemos nuestra relación, y sí, sé que la imagen de una cadena no es agradable, muchos románticos podrán decir que el matrimonio es una unión espiritual y que las cadenas no tienen cabida aquí y que es el amor lo que une a dos personas libres… ¡qué lindo pensar así! Pero qué ingenuo también.
Cuando uno se casa se pone al cuello un grillete y de él sale una cadena, que no lo veamos así en un principio es porque muchos se casan románticamente, pero luego, con el paso de los años, empezarán a sentir que algo les molesta en el cuello, y cuando quieran correr libremente se verán detenidos bruscamente por la cadena del matrimonio.
Es ahí cuando algunos querrán recuperar su libertad, cuando querrán quitarse el grillete para perseguir libremente a las mariposillas de la calle. O peor aún, hay quien oculta el grillete para pasar por soltero sin pensar que ocultarlo no es quitárselo y que tarde o temprano su pareja tirará de la cadena y no será agradable para ninguno de los dos.
Estamos encadenados del cuello, ¿por qué buscarse más problemas?, y viéndolo así, ¿por qué aceptamos estar encadenados con un grillete al cuello?
Es ilógico y estúpido ponernos voluntariamente un grillete al cuello y darle la cadena a otra persona y sin embargo lo hacemos al casarnos.
Lo que pasa es que a veces olvidamos algo importante: el final de la cadena no está en la mano de nuestra pareja, el extremo de la cadena que sale de nuestro grillete va a dar a otro grillete que está en el cuello de nuestra pareja.
Ambos tenemos un grillete al cuello que representamos en las argollas de matrimonio, estas argollas llevan el nombre de nuestro dueño.
¡En el amor no hay dueños! Podrá decir alguien, cierto… pero en el matrimonio sí, yo soy de ella y ella es de mí, ambos nos poseemos mutuamente y como lo correcto es cuidar nuestras posesiones pues yo cuido de ella y ella cuida de mí.
A veces ocurre que uno de los dos desvía el objetivo del matrimonio y toma la cadena con sus manos, controlando así a su pareja, eso no es bueno para el matrimonio, pero tiene un “simple” remedio: recordar que la cadena realmente termina en su cuello, entonces podemos levantarnos y al mismo nivel arrebatar la cadena de sus manos para luego soltarla nuevamente. Claro que esto es más fácil de decir que de hacer, pero para eso estamos los psicoterapeutas de pareja, para apoyar en estas situaciones a las relaciones.
El matrimonio funcionará cuando ambos caminen hacia el mismo rumbo, si los dos tienen diferentes objetivos en la vida caminarán a distintos lados y llegará un momento en que tensarán la cadena y no podrán avanzar más, o también puede pasar que uno camine hacia donde quiere arrastrando al otro, tampoco es una situación favorable, porque es como llevar un ancla.
Si ambos caminan juntos hasta olvidarán que llevan una cadena.
La cadena no es mala, da seguridad a ambos, porque si uno cae en desgracia el otro podrá rescatarlo tirando de la cadena.
Si sentimos que nos molesta en el cuello pues de seguro a nuestra pareja también le está molestando y es señal de que se debe ajustar el rumbo.
Existen matrimonios con problemas en los que en lugar de romper la cadena por lo sano, le agregan más eslabones, haciéndola más larga para poder “seguir unidos” pero estar lejos uno del otro, cada quien siguiendo un camino distinto y muchas veces con malas compañías. Qué triste.
Ahí aplica el otro dicho de “aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión”.
¿Y no es acaso una especie de prisión esto de la cadena del matrimonio? ¡Por supuesto que sí! Como lo es una casa cerrada con candado para que nadie de la calle entre por la noche.
Suena feo decirlo, pero ¿a quién le va mejor, a un perro de la calle o a un perro de casa?
A nadie le gusta hablar de cadenas, todos quisiéramos pensar del matrimonio como basado en el amor y el amor es libertad, y por supuesto que debe de haber amor en el matrimonio… y sexo, pero el amor a veces se ausenta por corto tiempo, a veces la tentación es más fuerte, a veces el mismo amor que sentimos nos hace no pensar claramente.
Si mi estimado lector busca romanticismo lo encontrará con los poetas, siendo yo psicólogo debo de ser realista, debo de trabajar con lo que sucede y no con cuentos de príncipes y princesas.
Aunque ciertamente el matrimonio bien llevado es mejor que un cuento de príncipes y princesas, en primer lugar porque hay sexo… y ya no se me ocurre nada más. Lo que pasa es que tener relaciones sexuales con quien se ama, con quien se comparte la vida, con quien nos conoce y conocemos bien, es inmejorable, por eso a ESO se le llama “hacer el amor”… por cierto, esto no lo digo por romántico, esto es una verdad.
La cadena del matrimonio no es para quitarnos libertad, es para mantenernos cerca de nuestra pareja, yo cerca de ella y ella cerca de mí, no queremos alejarnos y mucho menos perdernos.
Como los alpinistas que se unen con cuerdas entre ellos, mientras sienta esta cadena me sabré seguro y sentiré que no estoy solo. Por esta cadena sé que yo soy su señor, y ella es mi señora.