Lo que aprendí como Aprendiz
El camino de aprendiz es incierto, muchos lo inician pero con el tiempo algunos lo abandonan, otros en cambio, lo siguen recorriendo aun siendo ya Maestros Masones.
Cuando lo inicié, lo primero que aprendí fue a escuchar todo lo que oía y a observar todo lo que veía, sin prejuicios, sin ver tanto la superficie del tema y observar más la profundidad.
Aprendí el protocolo de conducta dentro del Templo, el orden y las jerarquías, el respeto a las investiduras y mi importante posición como aprendiz, que es la base FUERTE y primer escalón del estudio y el trabajo.
Aprendí que si una imagen dice más que mil palabras, un símbolo enseña más que mil imágenes, porque penetra disfrazado nuestras defensas y ya dentro de nuestra mente nos revela su enseñanza.
Aprendí que el secreto se guarda no porque no deba revelarse, sino porque no es posible transmitirse, ¿cómo explicar aquello que sutilmente nos hace mejores personas?
Aprendí que el salario se cobra junto a la Columna B y que se paga al mismo tiempo que se trabaja porque el trabajo es en nosotros mismos.
Aprendí que primero debo conocer mis virtudes para usarlas en corregir mis defectos.
Aprendí que el martillo, el mandil y la regla, son herramientas simbólicas que debo de sacar del Templo y llevar conmigo siempre para poner a la FUERZA al servicio de la INTELIGENCIA, tener pureza en mi trabajo y mantener en mi camino a la RECTITUD.
Aprendí que el suelo ajedrezado no solo simboliza la unión de las razas e igualdad de valor del hombre, sino que también es el equilibrio necesario para la estabilidad, al estar con un pie en el negro y otro en el blanco.
Aprendí que los símbolos y signos tienen muchos significados, cada uno con su dote de enseñanza.
Aprendí a portar y cuidar con orgullo mi Mandil, símbolo del trabajo y la pureza.
Aprendí también las funciones de algunos puestos de logia, permitiéndome así dejar temporalmente la columna del Aprendiz y conocer brevemente qué se siente servir al taller desde otro lugar; y se los comparto de una vez: se sienten muchos nervios, pero siempre lo volvería a hacer.
Aprendí que se me permitía equivocarme y se me alentaba a intentarlo.
Aprendí que presentar Trabajos siempre es difícil, en mi caso cuando menos, los nervios son muchos al principio… y se mantienen igualitos hasta el final, pero aprendí que mis hermanos son tolerantes, comprensivos y pacientes y que si algo viene del corazón, lo respetan, aunque no haya pasado por el cerebro… y a veces al revés, también me han respetado aquello que vino de mi cerebro, sin pasarlo antes por el corazón.
Aprendí a sentarme adecuadamente en logia, a prestar atención a todo cuanto acontece, a escuchar todo lo que se nos dice y a sacar de todo ello siempre algo valioso.
Aprendí que existen más Masones de los que podía imaginar y que sin conocerlos puedo saludarlos compartiendo un sentimiento de pertenencia y complicidad.
Aprendí a convivir con estos hombres que están aquí presentes, a compartir el pan y la sal, a abrazarlos, procurarlos, amarlos y llamarles MIS HERMANOS.
Aprendí a celebrar la vida y la muerte, a reír y a llorar junto a mis hermanos; aprendí a recibir el Fuego Nuevo y a brindar por los solsticios.
Aprendí que en mi iniciación me convertí en Aprendiz Masón al ser proclamado, reconocido y admitido por los masones del taller y que ahora me tocaba a mí proclamar, reconocer y admitirlos a ellos, mis Hermanos, en mi corazón para cerrar mi Cadena de la Unión interior y verme a mí mismo como un verdadero masón.
Aprendí que ser masón es un compromiso secreto ante el mundo pero evidente en mi conciencia, que me hace desear con todo mí ser cumplir y hacer ostensible ante el mundo las altas tendencias y las prácticas nobles de esta antigua y noble institución.
Aprendí que la solemnidad es necesaria, el orden indispensable y la alegría bien recibida.
Aprendí que la hormiga más chingona es la que contribuye a hacer chingón su hormiguero; aprendí que a veces no nos gusta la primera parte de un trabajo… y tampoco la segunda; aprendí que el Místico Séptimo Piso no está en el piso siete y que un “Once y Media” no siempre es a las 11:30 de la noche; aprendí que “Raydi cierra la puerta” y que si me estoy metiendo en lo que no me importa es que “no es de mi grado”.
Mis Queridos Hermanos nuevos Aprendices, los hemos recibido con amor fraternal, con certeza y entusiasmo; tienen ahora mismo frente a ustedes este camino del que les he hablado, no saben ciertamente la suerte que tienen, el Gran Arquitecto del Universo los ha puesto aquí y ahora y les ha dado la Luz, recórranlo, anden en ese camino aprendiendo cuanto puedan y compartiendo lo que aprendieron, porque los Compañeros y Maestros masones también vamos ahí.
Aprendí tanto, disfruté tanto, me divertí tanto y me sorprendí tanto en el camino de Aprendiz, que decidí, aunque subiera de grado, no dejarlo jamás.
Esto es un poco de todo el conocimiento que se me ofreció, quizá hubiera podido tomar más, pero traía en mis manos ya otra carga que ahora me parece inútil.
Mis Queridos Hermanos todos, nuevamente les digo: observen todo lo que vean y escuchen todo lo que oigan, porque cuando crees que sabes no aprendes, y se aprende más cuando se enseña.