Desde la Columna B
La Columna B, la de los aprendices, la de la piedra bruta, la de la esfera terrestre, la del principio de todo.
Sentados al norte vemos de frente los siguientes grados, los compañeros y los maestros y en medio de ellos a la luz que guía al aprendiz, al Hermano Segundo Vigilante.
A la derecha tenemos nuestra columna y a la izquierda en oriente vemos muchas otras columnas que se pierden en el horizonte. La columna a la derecha con la letra B es un símbolo de nosotros mismos, individuos que sostienen un peso terrenal; las columnas en oriente simbolizan a la fraternidad de masones y ninguna lleva carga, se han liberado de ella y sólo las cubre el infinito universo.
La piedra bruta se encuentra en la base de la Columna B, así nos indica que son precisamente nuestras bases lo que hay que pulir, de abajo hacia arriba, empezando simbólicamente con nuestros pies que representan el contacto con la tierra, con lo banal, con lo superfluo, pasando luego por los impulsos y sentimientos y finalmente con nuestro cerebro, donde reside la razón y donde la luz del sol nos toca por primera vez al estar de pie y al orden.
La tolerancia es muy grande para los Aprendices y sabemos que el hombre inteligente aprende de sus errores; el que más sabe es normalmente también el que más se ha equivocado.
El primer trabajo que presentamos en la Columna B es el más difícil, ya que nos enfrentamos al escrutinio de nuestros hermanos y no sabemos exactamente cómo será recibido. Algo les puedo asegurar, si el trabajo lo hacen de corazón o haciendo uso de su todo su raciocinio será bien recibido.
Pararse frente a un atril sabiendo que los presentes estarán escuchando e interpretando todo lo que digamos no es fácil. Recuerdo que la primera vez que presenté un trabajo en logia, mientras seguía al Maestro de Ceremonias quien me guiaba a la Columna B, iba pensando nerviosamente “¿pero quién me manda a mi hacer esto?, ¿qué necesidad tengo de venir a abrir el hocico?” Y bueno, la verdad es que uno mismo se manda y la necesidad de abrir el hocico es muy grande, porque para abrir el hocico allí primero debimos abrir nuestra mente al preparar nuestro trabajo.
Tenemos tres objetos de estudio que prácticamente abarcan todo el conocimiento que pueda existir: estudiamos la naturaleza, es decir, la Creación, estudiamos al Hombre empezando por nosotros mismos, cuya mente tiene la curiosa capacidad de estudiarse a sí misma y a la Creación, y estudiamos a Dios, a quien llamamos el Gran Arquitecto Del Universo.
Cualquier trabajo que traigamos que nos ayude a comprender el mundo, a nosotros o a Dios será un buen trabajo.
Las preguntas a veces arrojan más luz que las respuestas, lo que sucede es que cuando alguien nos dice cómo son las cosas y resultan que no son como creíamos pues tendemos a no creerle, pero cuando nosotros mismos hacemos un descubrimiento tendemos a aferrarnos a él; las preguntas son una excelente manera de guiarnos a la verdad. Una misma pregunta se puede formular de distintas maneras y obtener así diferentes respuestas.
De manera que no hay que esperar a tener una respuesta para presentar un trabajo, una buena pregunta aporta a veces mucho más.
Yéndonos a lo práctico de los trabajos, creo que la parte más compleja es el saludo a las luces y dignidades del taller. Este acto no sólo le da solemnidad a tu presentación, también reconoce y te reconoce ante todos los presentes, abriendo así un canal directo de comunicación.
Desde que estudiaba en la universidad he pensado que se aprende más cuando se enseña y Einstein decía “No entiendes realmente algo si no eres capaz de explicárselo a tu abuela”.
Los trabajos que presentamos nos obligan a pensar, a hacernos preguntas y buscar respuestas, nos obligan también a poner las ideas en orden, lo cual es muy importante, y nos enseñan muchas otras cosas, por ejemplo, todos hemos escuchado el dicho “una cosa es lo que yo digo y otra es lo que tú escuchas”, bien, al presentar un trabajo en logia ese dicho cobra vida y lo comprendemos a plenitud. El aprendizaje en el taller es vivencial.
Es por eso que el trabajo en las columnas no termina al decir “Es cuanto”, sigue la otra mitad que es escuchar con atención los comentarios de nuestros Hermanos, lo que nos enseña muchísimo también porque vemos cómo las ideas son tomadas e interpretadas o a veces ignoradas.
Puedes presentar tres ideas distintas en un trabajo y ver cómo la mente grupal se centra sólo en una y luego de ahí nace otra diferente y esa es la que toma importancia, o bien sucede que la idea principal es tomada como tal y los aportes van dirigidos a ella. Todo vale y de todo se aprende.
Observar la dinámica de ideas es interesante y procurar comprenderla es indispensable, ya que es parte del estudio del Hombre.
Lo más importante es esto: para el que está dispuesto a aprender, todo se convierte en un maestro y de eso se trata el asunto, de aprender todo cuanto podamos.
Es común entre las logias masónicas que los aprendices sólo escuchen ya que no se les considera preparados para hablar, personalmente creo comprender la razón y hasta la apoyaría, por otro lado tenemos que la única manera de aprender a andar en bicicleta es montarse en una y caerse un par de veces, también leer se aprende leyendo, ¿por qué sería diferente aquí?
Trabajamos todos, Aprendices, Compañeros y Maestros, principalmente en Primera Cámara, es decir, en el grado de aprendiz, ¿por qué entonces mantener en silencio a la Columna B?
La Columna B y la J son del mismo color, tienen la misma altura, guardan la misma distancia hacia oriente y occidente, ambas tienen en su base superior lirios y granadas que simbolizan la abundancia, entre otros significados, yo no veo nada que me diga que en una se debe trabajar menos que en la otra, pero sí veo indicaciones de las características de los trabajos que se espera ver en cada una.
En la Columna B la piedra bruta y la esfera terrestre nos indican que los trabajos presentados serán principalmente estudios del mundo, es decir de la naturaleza, y que tendrán cierto grado de aspereza. Las granadas, los lirios y la red nos dicen que existen secretos simbólicos y que debemos de aprender de todo cuanto compone nuestro templo.
Si al Aprendiz Masón no se le ocurre algún tema para trabajar, basta con que observe cualquier objeto que este dentro del Templo y después de identificarlo simplemente se pregunte “¿Por qué está aquí?”, la respuesta la encontrará en el libro de “Los 33 Temas del Aprendiz Masón”, pero sería interesante antes tratar de darle un significado personal y compartirlo.
Por ejemplo, el lugar donde trabajamos le llamamos “Templo”, pero a diferencia de los templos religiosos, donde en los techos hay figuras de “ángeles” y formas geométricas que más bien son adornos arquitectónicos, en el nuestro, según “Los 33 Temas del Aprendiz Masón”, tenemos simbólicamente la bóveda celeste, cuya medida se extiende hasta el infinito y que representa al universo, ahora la pregunta “¿por qué?” pues porque realmente no hay NADA que nos separe de los Cielos, no hay límite sobre nuestras cabezas y también porque así no olvidamos nuestro humilde lugar, un pequeño punto dentro del basto universo.
Hay mucho por aprender desde la Columna B, y nos mantendremos ahí hasta que se nos “Aumente el Salario”, término con el que designamos el pase al segundo grado, el grado de “Compañero Masón”.
En el Aumento de Salario el Aprendiz abandona la Columna B y pasa a la Columna J como Compañero Masón, sin embargo ser Aprendiz es un privilegio que realmente jamás abandonamos.
Se puede sacar a un buen masón de la Columna B, pero no se puede sacar a la Columna B de un buen masón.