El Pepito Grillo
O como le llamamos los psicólogos, el Súper Yo, es quien se encarga de decirnos (a nuestro Yo) qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, es por supuesto la voz de nuestra conciencia.
Cuando nos emborrachamos, el primero en caer es Pepito Grillo y estando Pepito Grillo atontado deja de aconsejarnos y por eso “se nos hace fácil” hacer cualquier cosa, no hay nadie que nos diga que lo que estamos a punto de hacer es peligroso o simplemente estúpido.
Pepito Grillo nos acompaña toda la vida y es una buena compañía, siempre y cuando no se vuelva muy severo. Un Pepito Grillo que se enoja por todo y no nos deja portarnos ni tantito mal no es buen compañero. Obviamente tampoco uno que nos deje hacer de todo sin regañarnos.
Pepito Grillo tiene su manera de castigarnos cuando nos portamos mal, la más común es la Culpa. Nos la avienta encima y es una carga pesada para nosotros (para el Yo). Pero también tiene otras maneras más sutiles y creativas de castigarnos, por ejemplo, nos puede sabotear.
Si Pepito Grillo cree que nos hemos portado mal puede provocar que no nos salgan bien las cosas, nos hará cometer una falta o error para que nuestros planes se estropeen y tengamos así nuestro castigo.
Cuando Pepito Grillo se porta muy consentidor, es decir, que no nos regaña por nada o cuando se porta muy severo, que nos regaña o castiga por todo, entonces hay que hablar seriamente con él para que juzgue de una manera más “normal”.
El psicólogo en la terapia puede hacer eso. Puede hablar con el Pepito Grillo de su cliente y convencerlo para que cambie su comportamiento.
Dice Freud, que cuando alguien se enamora (o se hipnotiza) deja que el Yo de la otra persona tome autoridad sobre su propio Pepito Grillo (Súper Yo). En la terapia, una vez establecida una buena relación, el terapeuta emendará el reglamento que Pepito Grillo usa, cambiándolo por otro con reglas más prácticas y útiles.
Pepito Grillo no entregará su libro de reglamento mientras crea que su libro es el mejor. El terapeuta tiene que convencerlo de que sus reglas en su momento quizá fueron buenas, pero que ahora han quedado obsoletas o impracticables, tiene que convencerlo, usando la razón, para que abandone sus antiguas creencias y tome las nuevas que se le presentan.
Pepito Grillo busca siempre el bienestar de nosotros, así que si se le demuestra que ahora mismo no está siendo útil y se le da una alternativa real de comportamiento para traer bienestar nuevamente, Pepito Grillo cambiará.
Es importante llevarse bien con Pepito Grillo ya que es él quien maneja nuestra autoestima. Si nosotros somos “buenos” nos sentimos bien, valiosos, si somos “malos” nos sentimos mal, sin valor.
Si Pepito Grillo dice que para ser buenos tenemos que hacer siempre lo que los demás nos piden y en verdad lo hacemos, pues nos sentiremos bien por cumplir con el reglamento, pero definitivamente que será algo MUY cansado para nosotros. Ese tipo de reglamentos no nos son de utilidad y hay que cambiarlos.
Por cierto, ¿de dónde sale este Pepito Grillo? No nacemos con él, Pepito Grillo es un regalo involuntario de nuestros padres, ellos nos lo dan y nosotros lo tomamos alrededor de los 5 años.
Por eso es que su libro de reglas cambia, no son las mismas para un niño de 5 años, para uno de 10, 15, 20, etc. Pepito Grillo irá actualizando su reglamento, evolucionará junto con nosotros.
Cuando Pepito Grillo olvida o se niega a actualizar las reglas es cuando tenemos problemas con él.
Cuando dormimos también duerme Pepito Grillo, aunque no totalmente, se mantiene con un ojito medio abierto para seguir vigilando. Por eso soñamos a veces cosas que no haríamos en la vida real, pero sí que las deseamos hacer, nos demos cuenta o no. Pepito Grillo no está totalmente atento a lo que pasa en nuestra mente y nos deja ver ideas que estando despiertos normalmente no veríamos porque están prohibidas.
Cuando Pepito Grillo abandonó a Pinocho, éste fue secuestrado, cuando nos abandona a nosotros nos podemos volver literalmente locos.
Ahora, hay algo curioso, no siempre es fácil identificar la molestia que trae Pepito Grillo, podemos ver que está enojado, pero a veces es difícil saber la causa.
Aquí un chiste para ilustrar esto y finalizar este escrito:
Un señor encontró el diario de su hija y la curiosidad le ganó y lo abrió en la última página:
“Querido Diario, ayer perdí mi virginidad” leyó el papá, puso una cara de dolor y dijo “¡No puede ser!, ¡Dios mio!, tanto que me he roto el alma trabajando para darle a esta niña la mejor educación… y escribe virginidad con“B” grande!