Conciencia Divina
La vida es lo más sagrado que tenemos y la razón es que sólo tenemos una… y es corta.
Mi pregunta es ¿toda vida es sagrada? Con esta pregunta incluyo la vida del pollo frito, hamburguesas y costillas de cerdo, claro, cuando eran seres vivos antes de convertirse en deliciosa comida, y también incluyo la vida de ratas, cucarachas, mosquitos y por último virus y bacterias. ¿Esas también son sagradas?
Sin ninguna mortificación ni carga de conciencia matamos virus y bacterias al lavarnos las manos y los dientes, igual sin que nos pese matamos a las ratas, cucarachas y mosquitos y además de eso los insultamos llamándolos “pestes”.
La mayoría de la gente comemos carne y no nos preocupamos por los pobres terneros huerfanitos que deja su madre vaca para convertirse en hamburguesa, simplemente no pensamos en la vida tranquila y feliz que pudo haber tenido un pollo cuando se la quitamos rebanándole el cuello para luego desplumarlo, sacarle las tripas y freírlo en aceite cubierto en harina, ni nos quita el sueño que de una estocada un cerdito abandone los placeres del mundo como jugar en el lodo y convivir con sus amigos para que nosotros nos chupemos los dedos al comerlo en chicharrón.
Al desayunamos una sabrosa menstruación de gallina frita con tocino estamos digiriendo lo que pudo haber sido un simpático pollito de haber sido ese huevo fecundado por el gallo.
Sacamos peces del mar y los dejamos asfixiar hasta que la vida los abandona para luego disfrutar de su delicioso cadáver con un poco de mantequilla.
¡Y qué decir de las ostras! Las abrimos y les ponemos limón que las hace retorcerse, supongo que de dolor, para luego acabar con su miseria destrozándolas en nuestra boca mientras expresamos un “mmmm, mmm!!!” de placer.
Todos estos deliciosos animales los disfrutamos sin remordimientos, es más, estoy seguro que habrá quien estará pensando en este momento “mmm, ostras”.
¿Qué diferencia hay entre comernos un pollo y comernos un simio?
Algo diferente debe de haber, porque la mayoría de nosotros no se comería un plato de barbacoa de chango.
Usaré otro ejemplo, porque los simios tienen muchas similitudes físicas con los humanos y podríamos pensar que es eso lo que nos impide comerlos, sería casi como comerse a una persona… bueno ¿te comerías a un delfín?
Espero que todos los lectores respondan que “NO”, sería lo más normal, pero ¿por qué no?, no hay parecidos entre los humanos y los delfines, son “pescados” al fin y al cabo, ¿no? (ya sé, son mamíferos, pero para el caso es lo mismo).
Los que han pensado en esto de por qué no nos comemos a ciertos animales como los delfines lo explican diciendo que la diferencia la hace la inteligencia, los delfines son criaturas muy inteligentes, eso todos lo sabemos, por lo tanto TIENE cierta similitud o parecido con nosotros y lo mismo aplica con los perros y gatos a los que les otorgamos esta característica.
Pero eso es sólo en apariencia, los pulpos son también muy inteligentes pero igual les ponemos cátsup, aguacate y limón y nos los zumbamos mezclándolos con camarones idiotas en un coctel. Lo que pasa es que aunque sean muy inteligentes les falta otra característica importante y de ESO es de lo que trata este escrito.
Es más fácil para un soldado disparar un cañón contra el enemigo que disparar una pistola, con el cañón no ves a quién vas a matar porque está lejos, con la pistola, por ser de corto alcance, sí puedes verle la cara.
El rostro humano y más específicamente los ojos muestran lo que verdaderamente nos pesa matar: la Conciencia.
Los simios muestran en sus ojos que tienen conciencia, igual que los perros, vemos algo en ellos que no vemos en los estúpidos pollos, vemos conciencia de sí mismos que le permite tener sentimientos.
Los pollos, igual que los virus, buscarán sobrevivir y multiplicarse, se defenderán si su vida se ve amenazada, pero no estoy seguro de que se alegren por cosas que no tengan relación con su supervivencia.
En cambio reconocemos que los delfines se divierten al saltar sobre el agua, nuestros perros mueven la cola contentos al vernos y sin que tengamos un plato de comida en la mano, los gatos disfrutan jugando con bolas de estambre. Todos estos animales que rechazaríamos comer tienen, aparentemente, conciencia de sí mismos y sentimientos.
Sé que es debatible, pero en general no se considera moralmente como asesinato cuando se desconecta del soporte artificial a una persona con muerte cerebral. Su cuerpo está vivo, pero su mente, su conciencia no.
Matar para comer no es asesinar, inclusive matar para vestir no es asesinar, estará mal, muy mal, mucho muy mal si así lo quieren ver, ese es un punto de vista, pero no suena bien llamarle “asesinato”. No asesinamos para comer, matamos para comer.
Asesinato se usa cuando se mata a un ser humano, cuando se apaga una conciencia.
Me pongo ahora más polémico: el aborto no es un asesinato, no hay actividad cerebral y por lo tanto tampoco puede haber conciencia en el cerebro del feto sino hasta la semana 20.
Antes de que algunos prendan antorchas y quieran quemarme en la hoguera, déjenme decirles que al igual que en el ejemplo anterior estoy totalmente de acuerdo en que puede estar moralmente mal, muy mal, mucho muy mal el aborto, definitivamente es la muerte de un ser vivo y uno de nuestra especie lo cual lo hace más aberrante. Estoy de acuerdo con ustedes, pueden apagar sus antorchas, no hacen falta.
Regresando al tema principal y para concluir: no podemos dejar que los virus que nos atacan vivan, no podemos evolucionar y crecer como especie sin comer carne y no podemos esperar a que los pollos se mueran de viejos porque no serían saludables para comer; necesitamos matar para vivir, pero matar se pone difícil si reconocemos una conciencia.
Toda vida es sagrada, cierto, pero toda conciencia es DIVINA.