La Desobediencia como Virtud
Me sorprendí a mí mismo, y no de buen modo, cuando ante la pregunta de la directora de la escuela secundaria donde pretendo ingresar a mi hijo mayor de “¿Su hijo es obediente?”, respondí tajantemente después de reflexionar dos segundos “No, no es obediente”, e inmediatamente aclaré “pero, lo digo como una virtud”.
Y es que cuando un tercero me pregunta si mi hijo es “obediente”, no puedo dejar de sentir repulsión ante tal idea: “¿Obediente?”, no, mi hijo, hasta donde le dan sus 11 años de experiencia, sabe razonar.
Nunca había pensado en eso antes, a pesar de que es un tema mucho muy común “¿La obediencia es virtud o vicio?” y por supuesto, el otro lado del espejo “La desobediencia, ¿es vicio o virtud?”
Antes de continuar me quiero sacudir algunas ideas obvias:
Por supuesto que ser desobediente en una escuela NO es una virtud, ser desobediente en una oficina o peor aún, ser desobediente con la mujer de uno no trae nada bueno… pero…
Las noches más divertidas de mi juventud fueron cuando salía sin obedecer la hora de llegada de casa de mis padres.
Todos los héroes de las películas, e historias en general, tienen algo de rebeldes, algo de desobediencia; y, por el contrario, aquellos personajes que siempre siguen las reglas, que siempre obedecen, son los más chocantes de las historias… y de la vida real también.
Erich Fromm, psicólogo, tiene una frase al respecto: “Si la capacidad de desobediencia constituyó el comienzo de la historia humana, la obediencia podría muy bien provocar el fin de la historia humana”.
¡¿Y qué es la evolución sino desobediencia?!
Si tomar alcohol de más causa, por consecuencia natural, una cruda de los mil demonios, ¿no es desobediencia comer chilaquiles y pasárselos con un bloody mary?
Si Dios te hizo feo, ¿no es desobediencia vestirte bien y usar loción?
Ahora bien, ¿quién, típicamente, quiere personas obedientes? La respuesta quizá ya la tengan en la mente: la religión; la religión quiere ovejas obedientes, que no razonen; que “Dios” les diga “sacrifícame a tu hijo” y lo hagan sin pensar, o que, para ser más prácticos, su pastor les pida una ofrenda y que la donen sin más.
“Dios quiere hijos obedientes, dóciles” he escuchado decir a pastores, y lo dicen como si fuera algo bueno, “¡pero el pueblo de Dios es rebelde!” – siguen diciendo esos pastores – “¡puede más en ellos el maligno!”
Y volvemos a comprobar con esto que el diablo no es realmente el malo de la novela.
“Jesucristo fue obediente”, dirán en defensa algunos, “murió en la cruz siguiendo la voluntad del Padre”, pero si llegó a eso, si fue juzgado y sentenciado a morir en la cruz, fue precisamente por rebeldía a lo que su religión ordenaba.
La desobediencia es buena, pero hay que saber cuándo desobedecer, no se puede andar como chivo suelto por la vida, pero tampoco nos sirve ser borregos.
Para desobedecer, hay que tener, además de criterio, inteligencia y cierta valentía, porque no hay desobediencia sin consecuencias.
Galileo Galilei fue en contra del conocimiento establecido cuando aseguró que la Tierra giraba alrededor del Sol y que NO era el centro del Universo, pero cuando tuvo de frente las consecuencias decidió obedecer. No es fácil ser un desobediente.
Las reglas sirven, en su mayoría, para protegernos, si uno las comprende así, las seguirá, pero no por obediencia, sino por conveniencia.
Si las reglas, órdenes o costumbres no son correctas, lo ético es desobedecer, el asunto complicado es cómo saber si realmente son correctas o no.
Tenemos como ejemplo la historia de la Vaquita:
Estando de paseo por el campo el Maestro junto con un discípulo, visitaron una pobre cabaña, donde vivía humildemente una familia.
- ¿Cómo le hacen para vivir en estas condiciones?” preguntó el Maestro.
- Tenemos una vaquita que nos da algo de leche, la vendemos en el pueblo y con lo poco que sacamos ahí vamos sobreviviendo.
Al retirarse de la cabaña, el maestro ordenó a su discípulo: “Mata a la vaca”. El discípulo obedeció arrojándola a un precipicio.
Un año después, el discípulo regresó para ver cómo le iba a esta pobre familia sin su única fuente de ingresos, se sorprendió al ver que, en lugar de la humilde cabaña, había un elegante caserón.
- ¿Qué ha pasado con ustedes? – preguntó el discípulo.
- Verá, hace un año murió nuestra vaquita al caer en un precipicio, y como nos quedamos sin ninguna fuente de ingresos, tuvimos que descubrir talentos que no sabíamos que teníamos.
No es fácil distinguir una buena orden de una mala, quizá la inteligencia sirva para eso, para reconocer la sabiduría de los demás, y saber cuándo obedecer y cuando no.
La desobediencia, en general, produce progreso, pero desobediencia con sabiduría… ¿o será que la sabiduría te lleva a ser desobediente?
Sabiduría para saber cuándo ser desobediente… y cuándo obedecer.
Cuando salgo en familia los domingos, cada quién quiere ir a un lugar distinto, entonces pongo orden diciéndole a mis niños “aquí el que manda soy yo, y yo ordeno que todos vayamos a donde su madre diga”.
Ser Hombre Libre no es No tener que obedecer, sino poder tomar la decisión de desobedecer u obedecer si así conviene a la situación.
Yo soy desobediente, no sigo las reglas externas, a menos que al razonarlas las haga mías y entonces obedezco MIS reglas.