Cómo Perdonar
Parece difícil… y lo es.
Podría decirse “Si Dios perdona, ¿quién te crees tú para no hacerlo?”, bien… me creo humano.
Dios es Todopoderoso, y entre las cosas sorprendentes que puede hacer, además de amaneceres y atardeceres y de darnos la capacidad para disfrutarlos, está el perdón. Entonces yo pregunto “Si el perdón es algo que Dios hace, ¿quién te crees tú para pensar que también puedes hacerlo?”
Si nosotros, como humanos, tenemos la capacidad de perdonar, es sólo porque Dios tiene una sucursal en cada una de nuestras almas y desde ahí despacha el perdón.
Tenemos el perdón en nuestro inventario, Dios, nuestro proveedor, nos lo surte y además con promoción para nosotros: En cada perdón que demos nuestra alma obtiene gratis la paz.
El precio del perdón es barato, basta con que se nos solicite para que Dios nos permita darlo, pero también Dios nos surte “muestras gratuitas”, esas se dan a los que nos ofenden y sin que paguen el precio de solicitar el perdón; curiosamente la promoción aumenta cuando damos “muestras gratuitas” de perdón, porque además de darnos paz, Dios nos da su Gracia. La Gracia de Dios es algo así como un brillo en nuestra alma que la hace más atractiva para los demás. Conviene tenerla.
Nuestra alma es divina, la mercancía ahí es divina, pero el que atiende, uno mismo, es humano, y no siempre estamos dispuestos a entregar el perdón. Entonces, ¿cómo perdonar?
Para simplificar términos le llamaré simplemente “ofensa” a cualquier cosa que sea motivo de perdonar.
Hay tres tipos de ofensas que pueden perdonarse.
La Primera, las ofensas leves, como los insultos genéricos, se pueden perdonar sin problema. Debe bastar con que nos pidan perdón para que perdonemos. Si no lo hacemos estamos siendo tontos, no es una buena actitud, así que debemos dejarnos de payasadas y perdonar.
Inclusive si no nos piden perdón también debemos dejarlo pasar, casi que ni le llamo “perdonar”, porque esas ofensas no tienen importancia real, simplemente hay que dejarlo pasar.
Debemos estar siempre por encima de esas ofensas, en un lugar alto donde no nos lleguen. ¿Dónde te encuentras tú?, ¿al nivel del suelo o tan alto como el cielo?
Te delatas a ti mismo cuando te ofendes por algo así, demuestras que tan pequeño te sientes. Así que se una persona grande e ignora las ofensas leves. Eres tan grande que esos “golpes” ni los sientes.
El segundo tipo de ofensa serían las ofensas graves, como los insultos dirigidos, esos que te ofenden más a ti que a otros por que la persona que te insulta te conoce y sabe dónde te duele.
También podría ser, por ejemplo, una promesa rota. En general cualquier ofensa que nos cause mucho enojo y que no se nos olvide de un día a otro de manera natural es una ofensa grave.
Aquí puede pasar una de dos cosas para que el perdón se realice: Que pase el tiempo y la ofensa se olvide, es decir, que pierda importancia, o que la persona que nos ofendió nos compense.
La ofensa nos daña, para perdonar el daño debe de ser reparado y debe de recibirse una compensación. Quien nos ofende debería de pedir perdón y hacer algo para demostrar que le importamos y hacernos sentir bien.
Para no usar casos reales, mencionaré un ejemplo sacado de la serie de televisión de los ochentas ALF: Willy (el papá) platicando dice “en la universidad decíamos, el que pueda hágalo y el que no váyase a Historia del Arte” y se ríe. Kate (la mamá) dice ofendida “Yo estudié Historia del Arte”.
Willy más tarde se acerca a ella, le pide perdón y le regala un libro grande ilustrado sobre la “Historia del Arte”.
Eso es una buena compensación, adecuada para la gravedad de la ofensa, que en realidad no fue tan grave en ese caso.
Restaurado el daño y recibida la compensación debe de ser fácil perdonar, si la compensación fue buena, el perdón es instantáneo. Si no fue buena, tendremos que esforzarnos en otorgar el perdón.
Perdonar es lo mejor, vale el esfuerzo que lleva.
Aún si no nos piden perdón y no nos compensan, hay que pensar si de verdad… de VERDAD vale la pena cargar con nuestra ofensa. Es una carga pesada. ¿Realmente quieres tenerla?
Ok, no quieres tenerla, pero no sabes cómo quitártela.
¿Recuerdas quién dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”?, ¿sabes lo que le hicieron a esa persona antes de decir eso?
Y es que normalmente así pasa, la gente ofende muchas veces sin conocimiento y muchas veces por ignorancia… muchas veces por proyección, es decir, te dicen a ti lo que piensan de sí mismos.
En el caso de personas que aparentemente de manera consciente te hacen daño, casi seguramente que lo hacen por ignorancia, ignorancia de tus sentimientos, no saben la importancia que tú le das a los hechos. En ese caso primero tienes que enseñar al ignorante lo que está provocando en ti, dale esa oportunidad para que pueda poner un remedio.
Y si acaso la ofensa se te hizo con toda intensión aparente, entonces el problema lo tiene la persona que te ofendió, esa persona tiene problemas, tantos que no le caben y le brotan a modo de ofensas. Esa persona tiene que resolverlos por sí misma, no te metas. Aléjate de ella y piensa que lo que haya sido, te salió barato. Tú siempre podrás salir adelante, pero una persona así sólo se hundirá más y más en sus problemas.
En ese caso no hay nada que perdonar, no hay una persona que haya ofendido y a quien perdonar, lo que hay es un objeto que hay que evitar, como el tren, si lo ves venir no te atraviesas, si te quedas en las vías ¿de quién será la culpa?
El tercer tipo de ofensas, las “imperdonables”.
Como el asesinato o la infidelidad. El problema aquí es que el daño no se puede reparar y ninguna compensación es suficiente.
¿Cómo perdonar si tendremos que vivir toda la vida con un daño?, el daño estará ahí siempre ante nuestros ojos, recordándonos la ofensa. ¿Cómo se perdona algo así? Bueno, sencillamente, nosotros, como humanos, no podemos.
No todo tiene remedio, la vida es seria, por eso hay que tratar de hacerla divertida, porque de manera natural no lo es, nuestras acciones tienen consecuencias y no siempre hay marcha atrás.
No tengo una respuesta para la pregunta en este caso, o mejor dicho, una respuesta positiva. No creo que se pueda.
Aunque, hay gente que dice haberlo hecho, dicen haber perdonado una ofensa “imperdonable”. Bien, ante eso diré que hay algunas explicaciones, una es que mienten. Dicen haber perdonado, pero el rencor lo guardan, eso no es perdonar.
Otra explicación es que convierten la ofensa en medalla de oro que muestran con orgullo “Mírenme, he perdonado, soy grande, soy magnánimo, noble, bueno”. No se habrán sentido en verdad muy ofendidos al principio, por muy raro que parezca.
Y la tercera explicación, que es el menor de los casos, es que esas personas son Santas.
No sólo tienen paz y Gracia de Dios, tienen algo más. No sé lo que sea y la condición para que en verdad sean Santos es que ellos mismos tampoco lo sepan.
Resumiendo: Ante las ofensas leves, no seas payaso y déjalas pasar.
Ante las ofensas graves perdona si te reparan el daño y te compensan; y si sabes lo que conviene perdona también sin más, el primer beneficiado serás tú. Haz lo que es bueno para ti, no seas tonto.
Ante las ofensas imperdonables no hay nada que hacer. Somos humanos, no es obligación comportarnos como divinos. La venganza ayuda, y como dice Jerry Seinfield (comediante norteamericano) “La mejor venganza es vivir bien”. Los niños y los cómicos siempre dicen la Verdad.