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24 May2015

El inútil punto medio

Publicado en Recomendaciones

Las discusiones en realidad no son malas, de hecho, discutir es bueno, exceptuando las discusiones de pareja, esas no tienen sentido porque los hombres normalmente las perdemos, aunque creamos que las ganamos, las perdemos todas.

Pero fuera de una relación de pareja, discutir es útil, nos obliga a definir nuestros principios, nuestros valores, nuestra percepción y nuestra opinión, en otras palabras nos ayuda a definirnos como persona.

Si ganamos o no la discusión muchas veces no importa, porque en verdad no es fácil definir un ganador, cada persona que presencie la discusión podrá tener a su vez una opinión de quién es el ganador y se vuelve una espiral de discusión.

Lo que importa es en si el ejercicio de la discusión, el encontrar los argumentos que mejor expliquen nuestro punto de vista y presentarlos de manera que impacten y como en el ajedrez, pensar lo que nuestro oponente va a decir y adelantarnos a él en cuando menos uno o dos movimientos. Es un ejercicio mental exquisito… como el sexo, y digo como el sexo porque al hacerlo todos pensamos que lo hacemos bien, nadie cree que lo hace mal, pero como en todo, hay que practicarlo para dominarlo.

Dos ideas entran, ¡sólo una sale!

Sin embargo es más importante ser un maestro de la discusión que un maestro sexual, si te dicen que no eres un maestro sexual les puedes discutir que sí lo eres.


Discutir es enfrentar dos opiniones antagónicas con el objetivo de que una gane; si discuten negro y blanco la idea es que al final quede negro o blanco. Dos ideas entran, ¡sólo una sale!

Escuchar una excelentísima discusión en donde dos mentes brillantes pelean en el plano de las ideas, usando como armas la prosodia y su verdad que dicen es absoluta, y que llegue un tercero y diga “Bueno, en realidad las cosas no son ni negras ni blancas, son más bien grises”, ¡no saben la frustración que siento en ese momento!

El problema es que esa tercera persona ha hecho tres males:

  1. Terminó con una buena discusión
  2. Colocó a quienes discutían una etiqueta de extremistas
  3. Llegó a una conclusión que nadie quiere en realidad

¿Quién le pidió que hiciera eso?

La discusión, mientras se lleve con respeto, es muy útil para todos, tanto para lo que discuten porque los obliga a pensar y re-pensar sus propias creencias, como para los que la observan porque tienen ante sí una gran cantidad de conocimiento que se pone a prueba al momento.

Los que discuten quedan ahora con una mala imagen, como de tontos por creer que las cosas son “blanco o negro” y como intolerantes si no creen que pueden ser una mezcla de ambas creencias y se atreven a seguir discutiendo.

Y si discuten el blanco y el negro lo esperado es que gane el blanco o el negro, el gris ni siquiera se había mencionado, es un invitado indeseado en realidad.

No digo que el gris no pueda ser la solución, pero mientras se busca una respuesta se encuentran muchas otras preguntas y eso es productivo. Si las respuestas las obtuviéramos al primer intento nuestro conocimiento sería muy limitado.

Las discusiones se deben de acabar cuando ambas partes se cansen o se fastidien de discutir, ese es el final natural, es el que Dios quiere, ¿por qué interferir en la voluntad divina?

Y por supuesto que discutir hasta ese final no traerá una única respuesta, las discusiones no son para obtener la verdad, las discusiones son para poner a prueba nuestras creencias y aplastar las creencias de los demás, ¿por qué otra razón discutimos?

Una vez escuché la razón del porqué un país va a la guerra, y es muy simple: un país va a la guerra porque cree que la va a ganar. Discutir es como ir a la guerra.

Discutimos no para ponernos de acuerdo, eso no se hace discutiendo, es iluso pensar que alguien se pueda poner de acuerdo discutiendo, no es esa la razón de la discusión, discutimos para ganar.

Le pasa a muchos que a mitad de una discusión se dan cuenta de que son ellos los que están equivocados pero como el fin de discutir es ganar, pues siguen apoyando “su verdad” hasta el final.

El hombre humilde, y creo yo que inteligente, cuando se da cuenta de que está equivocado lo reconoce al instante, no le importa perder la discusión porque no discute para ganar, discute para aprender.

El punto medio en una discusión es inútil y quien lo propone lo hace con falsa piedad y queriendo demostrar sabiduría salomónica que en realidad no tiene.

No se requiere de piedad en las discusiones, se requiere de atención de parte de  todos los que participan, ya sea activamente o sólo como espectadores; atención para aprender y quizá cada uno, en privado, llegar a una conclusión.

Cuando veas a dos personas discutiendo con respeto ¡no las detengas!, déjalas que se maten ideológicamente, porque el que gane (si es que se puede definir a un ganador) se lleva el reconocimiento, pero el que pierde tiene la maravillosa oportunidad de crear para sí mismo nuevas ideas que estén, esta vez, sobre cimientos fuertes.

Discutir es un excelente ejercicio mental que todos podemos hacer, pero nuevamente te digo, no discutas JAMAS con tu pareja, porque gane quien gane la relación pierde.

Establecer un tiempo para terminar la discusión ayuda mucho a que ésta no se haga interminable, por ejemplo, un truco es iniciar la discusión aclarando que en 30 minutos (o el tiempo que se crea conveniente) tienes que salir para atender un compromiso, avisando antes de comenzar se evita que se crea que “huiste” de la discusión. Recordemos nuevamente que las discusiones pueden no terminar jamás y es mejor colocarles un reloj.

Aprende a discutir con respeto y de forma ordenada, porque así si te toca perder lo harás con dignidad, y si ganas, ganarás como un caballero o una dama.

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Escrito por Elmo Alanís Valdez
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